Peste porcina africana: disparar al bosque para no mirar hacia las granjas

Mander, habitante del Santuario El Hogar

Ante la aparición del brote de peste porcina africana, la respuesta institucional y mediática ha sido clara: señalar a los jabalíes como la amenaza a abatir. Sin embargo, la criminalización de la fauna salvaje oculta una realidad incómoda: el principal riesgo no está en el bosque, sino en un sistema insostenible de ganadería intensiva que hacina a millones de animales.

Un amplio dispositivo formado por centenares de efectivos de los Mossos d’Esquadra, Agentes Rurales, Guardia Civil y Policía Local se ha desplegado para evitar el acceso al parque natural de Collserola, en Barcelona. El motivo es la aparición de varios jabalíes muertos en Cerdanyola del Vallès, víctimas del virus de la peste porcina africana. La alarma generada ha sido tal, que incluso se ha solicitado la intervención de la Unidad Militar de Emergencias (UME).

Los animales que se están capturando y matando estos días, así como los cadáveres localizados, se envían al laboratorio IRTA-CReSA para determinar si se encuentran infectados por la peste porcina. El objetivo de las autoridades es evitar que el virus se disperse a otras zonas y, en especial, que llegue a las explotaciones de cerdos. Se trata de un virus altamente contagioso cuya propagación puede producirse de forma indirecta, por ejemplo a través de la suela de una bota o de la rueda de una bicicleta que haya entrado en contacto con restos de material biológico infectado.

Impacto económico

Este brote está teniendo repercusiones económicas. Mientras Gran Bretaña y la Unión Europea han prohibido la importación de cerdos de determinados municipios de Barcelona, China ha extendido esa prohibición a toda la provincia y otros países han vetado directamente las importaciones de toda España. Estas prohibiciones irán variando en función de la evolución del brote.

Desde la Generalitat de Catalunya se ha realizado un llamamiento a la población para que respete las medidas de prohibición de acceso a Collserola decretadas, advirtiendo de sanciones e indicando que esta crisis sanitaria es «un tema de país».

El origen del brote no estaría en los jabalíes

El relación al origen del brote, el Ministerio de Agricultura ha abierto una investigación, tras conocerse el informe del laboratorio de referencia de la Unión Europea. Este indica que el virus no correspondería con ninguno de los que circulan por Europa y que sería muy similar a “un virus de “referencia” que se utiliza con frecuencia en infecciones experimentales de confinamiento para realizar estudios del virus o para evaluar la eficacia de vacunas”. Otra de las hipótesis barajadas hasta el momento es que el virus estuviera en un embutido infectado, carne contaminada proveniente de un tercer país.

Así, el brote no estaría causado por ninguno de los aproximadamente 900 jabalíes que viven en las 8.000 hectáreas del Parque Natural de Collserola. Su aparición es independiente del número de jabalíes del parque y no puede atribuirse a ningún jabalí autóctono.

La criminalización de una especie necesaria

Pese a ello, los jabalíes de Collserola están muriendo a causa de un virus altamente letal que ha llegado a su territorio como consecuencia de la acción humana. Sin embargo, el discurso público insiste en señalar a estos animales como el problema, centrando la atención en su número y en el supuesto riesgo que representan para las granjas cercanas.

De este modo, se criminaliza a una especie que no ha causado el brote y se promueve su exterminio, mientras se evita poner el foco en el propio modelo de producción ganadera y en sus debilidades estructurales.

¿Dónde está realmente la emergencia?

El virus de la peste porcina africana no es transmisible a las personas. Entonces, ¿por qué se califica como un «tema de país»? La respuesta se encuentra en la repercusión que pueda tener este brote en un sector concreto: el de la producción de carne de cerdo y todo el entramado industrial relacionado.

En Catalunya hay más de 5.600 explotaciones con cerca de 8 millones de cerdos, más de la mitad de los cuales se destinan a la exportación, por lo que en el sector el brote de peste porcina ha encendido todas las alarmas.

No obstante, esta situación nos revela otra preocupación que debería ser mayor: la de los costes medioambientales, de bienestar animal, de salud pública y de precariedad laboral que provoca el actual modelo de producción de carne, tanto en Catalunya como en el resto de Europa. Así, dado que este sector es uno de los que más gases de efecto invernadero genera, la UE tiene el objetivo de limitar las emisiones para las explotaciones avícolas y porcinas, con el fin de proteger la salud pública, el medio ambiente y de limitar las graves consecuencias del cambio climático.

En Catalunya se matan cada año más cerdos que habitantes tiene el territorio. Según la Promotora de los Alimentos Catalanes (PRODECA), el cerdo supone el 60% de las explotaciones de carne. Las cifras evidencian un sector hipertrofiado, basado en la cría intensiva y orientado a la exportación, que pese a ello continúa reclamando ayudas.

Teniendo en cuenta que para producir un kg de carne de cerdo se necesitan entre 4.000 y 6.000 litros de agua, este modelo implica que Catalunya está despilfarrando enormes cantidades de agua en un contexto de grave sequía estructural. No sólo eso, el sector es el causante de la contaminación por nitratos de más del 40% de los acuíferos catalanes.

Riesgos para los animales y para las personas

Los problemas medioambientales y de salud que este sector ocasiona son conocidos. La necesidad de uso de antibióticos en las granjas de cerdos, la mayoría de ellas intensivas, donde los animales se encuentran hacinados, provoca que las bacterias se hagan resistentes a este tipo de medicamentos, también utilizados en medicina humana.

La actual crisis del virus de la peste porcina pone de manifiesto las contradicciones del sector y de un modelo alimentario insostenible, basado en la ganadería intensiva y la exportación. La frecuencia en la aparición de enfermedades víricas que afectan a los animales considerados de consumo no hace sino aumentar. Durante este año 2025, las explotaciones ya se han visto afectadas por la gripe aviar y la dermatosis nodular bovina.

Repensar el modelo alimentario

Nos encontramos, por tanto, ante un modelo alimentario que no es seguro ni sostenible, no favorece la soberanía alimentaria, perjudica a los animales que sufren en condiciones de hacinamiento, al medio ambiente y a la salud humana.

Enormes cantidades de recursos públicos se están utilizando para contener este brote y minimizar sus consecuencias económicas. No obstante, sucesivos brotes se irán produciendo si no cuestionamos y transformamos el modelo de producción de alimentos. Además, estamos ante un sector muy problemático en términos de calidad del empleo y de su impacto social, lo que genera una creciente preocupación especialmente en aquellas áreas altamente dependientes de la producción intensiva de carne.

Un futuro mejor para el propio sector y para las familias que de él dependen pasaría por asumir esta realidad y por avanzar hacia una transición proteica que permita desarrollar nuevas formas de producción de alimentos más éticas, sostenibles y saludables.

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